El cierre de un Museo es un auténtico insulto a la inteligencia y más cuando funciona bien como es el caso del Museo del Traje. Cuando los resposables de su cierre son políticos a los que se ha dado en llamar progresistas y que verían con buenos ojos el acercamiento de la cultura para todos, el dislate es monumental.
Estamos contra la restricción de la oferta cultural y contra aquellos que teniendo que defender nuestros bienes culturales no lo hacen.

5/24/2010

TRAJES EN SOMBRA. EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DEL TRAJE

Exposición “Trajes en sombras”

8 de mayo de 2010
La propuesta es atrevida pero, sobre todo, compleja... En una primera aproximación a la instalación o exposición, uno está tentado de pensar en la relación caótica de la construcción del hombre o, para ser más preciso, de lo social que éste lleva implícito. Inicialmente uno se siente asaltado por la vieja metáfora (realidad) que sobrevuela el escenario del proceso civilizatorio: la relación entre el hombre y su sempiterno acompañante el insecto, que le obliga a configurar su espacio vital a salvo de la acción de los insectos. Según esta premisa el hombre ha construido un ecosistema en el que los “bichos” son los elementos malditos que representan ese lado (siendo el más social) antisocial que hipotéticamente impide el crecimiento y desarrollo de la vida y del grupo humano.
La exposición de Luis Martínez del Río, a mi entender, se encarga desde el principio de subrayar la falacia de la sociedad antiecológica (la sociedad pulcra, sanitaria, libre de miasmas) que ha caracterizado la progresiva urbanización de las sociedades occidentales avanzadas, proponiéndonos la lectura de la inevitable convivencia, siempre dual, -limpio/sucio, caos/orden, sano/insalubre, puro/impuro...-, que implica la construcción de lo social.
Hablar de lo social es hacerlo, desde una óptica simbólica (en este caso por medio de la expresión artística que nos propone Luis Martínez), de la experiencia individual; y es aquí donde el discurso de Luis Martínez del Río hace la propuesta más atrevida y no por ello irreal. El autor viene a contarnos que el mundo de los “bichos” -el caos, el ámbito de lo estigmatizado, de lo que no se racionaliza- tiene como extensión y referente simbólico lo que cimenta al individuo como hacedor de lo social: la sexualidad, que por razones político-económicas tiene que ser productiva y reproductiva (al modo del insecto), también tiene su ecología y sus ecólogos que la hacen “bicho” y o es productiva o a excluir...; no se puede mantener la libido “divertida” y menos en el reino acéfalo que reproduce Luis Martínez; sólo queda pues la libido al servicio de esta sociedad instrumental: productiva y reproductiva. Quizá sería bueno volver a recalar en la lectura pausada de las hipótesis puestas en pie por el psicoanálisis y que la obra de Luis Martínez del Río parece acoger en alguna de sus propuestas.
Además del horizonte de acefalia que el autor parece proponer (para pensar están unos pocos y el resto lo hacen las máquinas), nos lleva de la mano, ante la visión de los habitante de la instalación que muestran la ausencia de brazos o los restos de una metáfora evolutiva devenida en muñones, a la reflexión-denuncia, para el que esto escribe tan evidente, del declive inexorable del homo faber (en el sentido de hombre artesano), sustituido por todo tipo de artefactos que nos desarman ante un mundo que cambia a una velocidad de vértigo.
Cabe señalar, aunque sólo sea de pasada, la importancia que alcanzan los materiales sobre los que el autor se apoya para llevar a cabo su trabajo creativo y perturbador predominando los negros y siendo frecuente el trabajo con el cuero, que parecen un refrendo a la idea de una sociedad conformada por hombres y mujeres formados y conformados para la sumisión...
Para acabar con este primer acceso a la obra de Luis Martínez, no quiero privarme de subrayar el guiño que me produjo su segundo apellido: del Río. Reino de las aguas, del desarrollo de lo entomológico, de la fraga vital, y por tanto peligroso y caótico, sobre todo para aquellos que no conocen el “orden de la vida”, multiforme y diverso, y que buscan otros órdenes asépticos, uniformes, dependientes y obedientes...

Américo

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